El deseo voraz de la madre: Un dilema Madre e hijos, una relación particular de cada niño con su madre
Redactado por Iván Delgado
1. El lugar de la vida infantil en el Psicoanálisis.
Es un tema que captó la atención de Freud y sus discípulos al punto de que podríamos decir que en el origen del psicoanálisis se fundó un lugar para esclarecer esta cuestión. Recordamos a Freud en su planteamiento sobre el complejo de Edipo y a Lacan, en su momento de leer a la letra a Freud, retornar a tal complejo como un sueño de éste. Sin caer en desviaciones incorrectas de leer en literalidad tales constructos psicoanalíticos: el síntoma Freudiano, el falo, el Edipo, el nombre del padre, el deseo materno y los discursos de Lacan redirigen la atención hacia la relación madre, niño y padre; subrayando el impacto de la vida infantil en el nacimiento del inconsciente en cada uno, por ende, el emerger del mundo subjetivo.
2. Madres.
Ubicándonos sobre el tema de las madres, es común escuchar en charlas populares ciertos aforismos impregnados de la curiosidad sobre las mujeres que se convierten en madre: “madre solo hay una” La representación de las madres como prueba fidedigna de lo único, inigualable y fundamental en la vida del hijo (al menos en sus primeros años en el mejor de los casos). La prueba bípeda del amor puro, que según nos cuenta el cantautor zuliano Ricardo Cepeda, solo puede ser descrito como“algo de lo que puedes estar seguro” así como también afirma que no hay corazón más puro que el corazón de una madre”. En la misma línea, también nos lo dice el músico británico Roger Waters en el disco conceptual de Pink Floyd “The Wall” al colocar a la madre en el depósito del enigma sobre el Otro, alternando al lugar de la respuesta y desde una posición de omnipotencia: “¿Madre tú crees que ellos me romperán las bolas…que me colocarán en la línea de fuego? Respecto al partenaire amoroso: ¿Crees que es suficiente buena para mí, crees que es peligrosa? Es el caso del registro simbólico e imaginario, en estos extractos de la cultura mencionados, y a partir del amor, intentando decir inequívocamente todo sobre lo que es ser madre aún cuando esto bordea cierto imposible que toca el tope lógico de lo que es ser madre, en otras palabras, un real, que como tal, se encuentra en el límite de nuestra experiencia como menciona Lacan. A partir de esto, la madre puede estar en el lugar de la verdad que no puede sino decirse a medias, en otros casos, el núcleo de la certeza en el niño sin mediación simbólica que relativice. De cualquier manera, madres que cumplen distintas funciones desde distintos lugares para un hablante-ser, que nos lleva a preguntarnos que determina la posición de una madre frente al niño y del niño para la madre.
3. De mujeres a madres
La práctica clínica nos muestra la crisis del mundo de las palabras cuando se evidencia que la experiencia de concebir un hijo tiene implicaciones que trasciende el órgano, el gen y el bien común como se establece desde el discurso científico, moral y religioso; en donde, desde la enseñanza de Lacan, al realizar el viraje de contemplar tal experiencia del para-todos hacia el uno-por-uno de los que conciben un hijo, podemos colocar sobre la mesa la inconsistencia y la insuficiencia que determina ser-madre por el hecho fenomenológico de la biología. De esta manera, nos colocamos en posición de interrogar dicha cuestión trasladando la incógnita a la experiencia clínica que vislumbra como se acercan a los consultorios de los analistas madres sin hijos, mujeres con hijos, y hasta madres de los propios esposos con los que se casaron, en otros casos, un rechazo que esquiva la maternidad a toda costa.
Si en este viraje seguimos a Freud y a Lacan: ¿Qué hace a una mujer convertirse en madre? ¿Es solo poder, reproducirse, concebir a un organismo dentro de ella? Es una pregunta que se abre en el momento que se piensa sobre aquellas mujeres que explícitamente transmiten la desconexión subjetiva con el hijo. También aquellas que encaran en la maternidad un enigma insoportable, la cual, las deja sin más remedio que huir de ese agujero que las desorienta. Pero, si me lo permiten, esta pregunta también puede ser fundada en aquellas que se valen del hijo para tachar todo lo referente a la feminidad, al deseo como una mujer, y como modo fallido de alcanzar aquello que Lacan llamó falicidad, neologismo que equipara al falo y a la felicidad apuntando al intento de completud de la madre por vía del hijo, al costo de dejarlo atrapado en los dientes de la angustia materna. Frente a estos hechos clínicos: ¿Qué hace madre?
4. Las madres, los niños y su singular verdad
Desde la orientación Lacaniana, a partir de la vertiente simbólica la madre se entiende desde su deseo que es siempre una suerte de cocodrilo a punto de tragar al hijo, además, también entendemos como el padre, en tanto función, se transforma en el impedimento al cierre de esa boca al incluir el significante fálico que metaforizará e introducirá el efecto de sustitución equívoca en tanto evoca el vector de la encarnación de la ley del deseo. Aquél que apunta a aquello que falta y que da nacimiento al mundo de los semejantes, porque es allí donde se supone está el objeto ausente, faltante, fragmentado y perdido. En este punto, se debe denotar la distinción entre el falo propio de la madre, y el falo que la función paterna introduce en el niño, al menos en el caso de las estructuras discursivas.
En este orden, es el falo el que ejerce una separación del niño frente a la voracidad insaciable del deseo materno, es una barrera a la satisfacción de ser el objeto exclusivo del deseo de la madre, en otras palabras, es la función de transformar al niño en lo no-único para el deseo de la madre, ya que el niño aliena en él todo acceso de la madre a su propia verdad, dándole cuerpo, existencia e incluso la exigencia de ser protegido.
Ahondando en esta escabrosa relación madre-niño dice Lacan: “Junto al niño, para la madre siempre está el falo, la exigencia del falo que el niño simboliza o realiza más o menos. Por su parte, el niño, en relación con la madre, no tiene ni idea…¿En qué momento es capaz el niño de advertir que eso que la madre desea en él, lo que satura y satisface con él, es la propia imagen fálica, la de la madre? La implicación del deseo materno sobre el niño, y la relación de éste con el falo de la madre, pone de manifiesto que el niño no sea solo un niño, a su vez, que realza una discordancia imaginaria al no poder colmar por completo. En este punto, Lacan se preguntaba cómo el niño se introduce en esta cuestión indiferentemente de si es niño o niña.
5. LA mujer que no existe, y el fetiche como ídolo de la ausencia.
Existen dos puntos a destacar antes de poder proseguir. Uno de ellos se basa en el hecho de que la mujer no tiene el pene. Pero tal como Freud lo planteó en Trés ensayos para una teoría sexual(1904) y un articulado titulado fetichismo (1927) estaríamos en un terreno lejos de la obviedad, debido a que la dimensión que nos interesa es el pene no en tanto real sino en tanto simbólico. Es decir, la distinción entre los sexos estaría regida por la presencia o ausencia, de si está o no está. Simbólicamente hablando, la mujer no lo tiene porque no es “La mujer”, no está completa, es una y no todas: pero participa de él a título de ausencia, así pues, de algún modo paradójico sí lo tiene. Existe allí como ausencia, dice Lacan, podríamos agregar existe en tanto semblante. Además, la falta real no es percibida por la mujer ya que esta puede producir un falo: ellas producen niños, producen falóforos. Un modo de decir, las mujeres pueden intentar completarse con los hijos. Y los niños trabajan por saciar esta falta, ellos captan que a la omnipotente madre algo fundamental le falta, y la pregunta es por qué vía le dará ese objeto que le falta y que a él mismo le falta siempre.
Un segundo punto a atravesar sería la noción de fetiche. El fetiche es un símbolo según Lacan. Un símbolo cortina como ídolo de la ausencia. Lejos de traer dicho punto a partir de la clínica estructural de la perversión propiamente, la función de objeto que encarna un símbolo hace pensar en ese efecto de velo sobre lo que no se tiene, orientado por el deseo, la falta o la voluntad de goce, de todas maneras, depositado en ese objeto encarnado llamado: niño.
A raíz de esta orientación, en el terreno de la relación objetal de una madre con el niño, hablaríamos de un pèrversement orientado como nos lo indica Laurent en tanto hay una fetichización del hijo. Dicha afirmación se extiende a la noción de que los hijos son para una madre los nuevos objetos “a” de una mujer que se ha encontrado con un hombre. Pensando desde la clínica objetal, la relación de lo que es-una-madre se sustentaría en el posicionamiento del niño encarnando y ocupando el lugar del objeto vacío que implica un producto y también una pérdida, un resto, en efecto como una causa de deseo tal y como esclarece Lacan en el seminario XVII referente al objeto "a".
6. La función del padre sobre el deseo de la madre: un entrecruzamiento.
Cuando hablamos de madres, estaríamos hablando de mujeres que hicieron de los hijos un objeto fetichizado. Lo que hace pensar en los hijos como objetos causa de deseo y carga de goce. No obstante, una posterior desfetichización parcial jugaría un rol fundamental para que el hijo no sea sobornado por el fantasma materno a efecto obturador de la castración y como sustitutivo fálico de la madre. Si el niño es un objeto “a” para la madre, se hablaría de un entrecruzamiento de la padre-versión y la perversión materna. Esto nos dice que hay un motivo por el que una mujer y un hombre se interesan en el producto de su encuentro sexuado. En el caso más común, una mujer ha colocado a un hombre como causa de deseo y viceversa. A partir de este entrecruzamiento mencionado por Laurent, el padre produce una separación adecuada entre madre e hijo indiferente de la presencia o no de intencionalidad al ejercer esta operación, o de la voluntad que intente implicar, ya que, como indica Lacan, es un acto de un orden distinto al de la voluntad. La madre como real, con su interés por el padre coloca a éste en el lugar de la garantía del Otro consistente.
Al respecto, Laurent menciona: “Si, en cambio, el padre no funciona como garantía, si no tiene acción sobre la madre, o si la madre no se interesa por el padre, sino que el niño queda abandonado enteramente al fantasma materno, allí el padre no se hace amar y el niño no le supone su lugar, no le supone la eficacia de su nombre y, en este sentido, no va a amarlo sino a rechazarlo”.
Por la vía contraria, la fetichización en la que se recubre la posición del niño no es un fetiche absoluto en el lugar de lo inanimado. Para esto sería de suma importancia que ese nuevo objeto a” llamado: niño; divida y no restrinja el deseo de mujer por si la aspiración de una madre es concebir un sujeto y no un objeto.
A modo de conclusión, se puede evidenciar una distinción entre lo que es el deseo materno y el falo de la madre en contraste con el falo que introduce la función de un padre en el niño que, como tal, metaforiza ese deseo insaciable de la madre, evidenciando que la voracidad de la madre opaca la preocupación del niño por su propia falta y por el deseo de su propio objeto perdido en el mundo del Otro. En este sentido, la introducción de una mujer a la maternidad es re-introducirse a la interpelación de su propio deseo y goce. La vía a la maternidad a través de la fetichización del hijo pone de relieve sus modos sintomáticos de hacer con eso que la divide y la hace solo una, sin embargo, tal relieve puede llegar a ser obstruido mientras la cortina en la que se convierte al niño sea un-todo-para-ella.
BIBLIOGRAFIA
1. Cepeda, R. Madre es madre. Gaita del año 1994.
2. Freud, S. Tres ensayos sobre una teoría sexual. 1904. Amorrortu.
3. Lacan, J. Seminario IV. La relación de objeto. 1956. Paidos
4. Lacan, J. Seminario XVIII. El reverso del psicoanálisis. 1969. Paidos.
5. Lacan, J. De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis. 1957. Paidos.
6. Lacan, J. Dos notas sobre el niño. 1969. Paidos.
7. Laurent, E. El nuevo amor por el padre. 2008. Tres hache.
8. Laurent, E. Los objetos de la pasión, primera conferencia. 2004. Tres hache.
9. Miller, J.A. El niño entre la madre y la mujer. 2005.
10. Waters, R. Pink Floyd “The Wall”. Mother. Traducción libre.
Imagen: John Washington @whasy21
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